
Las arañas se asomaron con Norberto al agujero para ver alejarse a Lubeta con las demás golondrinas en la tarde naranja. Intentaban animarle, pero él estaba muy triste.
“Pobre Norberto” dijo una “la vas a extrañar mucho, ¿verdad?”
Norberto no respondió, se quedó mucho tiempo viendo las luces del pueblo encenderse entre los árboles, apenado y vacío.
Al día siguiente el cielo estaba gris y empezó a nevar. Norberto no pudo sentarse al sol, y se puso a musitar encima de un montón de periódicos viejos. Las arañas lo miraban preocupadas y susurraban las unas a las otras desde sus rincones.